“De la pasividad de otrora a la trascendencia del genio”
Esta vez me toca a mí hablar nada menos que del maestro Domenico Theotocópulus, conocido en el mundo del arte como el Greco, uno de los pintores más extraordinarios que ha producido la humanidad a finales del siglo XVI.
Nació en Creta, había estado en Venecia, donde conoció al maestro Vecellio Tiziano, de quien aprendió el colorido, luego estuvo algún tiempo en Roma y se estableció definitivamente en España, quizás con la esperanza de poder realizar alguna obra para El Escorial, que se estaba construyendo por orden del rey Felipe II, presentándole al rey varios bocetos y un cuadro titulado: San Mauricio y la legión Tebea, pero ni los bocetos ni el lienzo resultaron del agrado del rey.
Al no ser empleado por el rey, El Greco se retiró a la ciudad de Toledo, donde vivió el resto de su vida. Y donde realizó sus mejores obras.
El temperamento artístico del Greco se completó en España, la sobriedad del paisaje castellano con su ascetismo y la tradición artística española definieron su técnica original, llena de un hondo realismo, pero al mismo tiempo impregnada de un espíritu religioso y ascético sorprendente.
El Greco alarga las figuras, las adelgaza, incluso los rostros, para sembrar en ellos una exaltada espiritualidad que brota de lo más íntimo de los seres. Tanto la luz como los colores cobran en sus pinceles un fuerte sentido de efectos fascinantes, aun cuando emplea con preferencia los colores fríos como son la plata y el gris.
El maestro Greco nos dejó incontables obras de gran valor incalculable. Entre ellas destacan los retratos: El caballero de la mano al pecho, El cardenal Niño de Guevara, y las obras religiosas: San Mauricio y la Legión Tebea, El expolio, donde presenta la figura de Cristo envuelto en una túnica carmesí y donde la soberana Majestad del rostro hecho de bondad, de perdón y de amor dominando toda la escena, La trinidad, La Asunción, L a Ascensión, San Francisco de Asís entre muchas otras…
Por mucho tiempo se dice que la obra maestra del Greco sea su inmortal lienzo El entierro del conde de Orgaz que representa un milagro que la tradición aseguraba haber sucedido cuando se enterró a dicho señor.
Al morir éste San Agustín y San Esteban habían bajado a enterrarlo, por haber sido éste un gran favorecedor de la iglesia de Santo Tomé de Toledo, donde se haya el gran lienzo. En este cuadro se aprecian dos partes, a) La superior presenta un fondo de gloria: Dios, la Virgen, San Pedro y varios bienaventurados, además del cuerpo del infinito.
b) En la parte inferior aparecen San Esteban, vestido con ornamentos sagrados y sosteniendo el cuerpo del señor de Ogaz para depositarlo en la sepultura. Detrás aparece el hijo del pintor, varios caballeros con caras asombradas, un franciscano, un agustino y el párroco que encargó el cuadro.
El lienzo está todo el transito de espiritualidad, de un extraño realismo mezclado con un misticismo original. Los colores y sus expresiones constituyen un verdadero milagro de expresión pura y artística.
En lo personal yo doy fe que ésta obra monumental del maestro Greco es de gran admiración, pues a mi me tocó verla en vivo en la catedral de Toledo, España, fue tanta mi impresión que me quedé por horas observándola y admirándola hasta que quedó retratada en mi mente.
El maestro Greco casi en su ancianidad fue acusado de herejía y llevado ante la inquisición, pues el clero lo tildó sacrílego al deformar las figuras sacro santas de una forma despiadada, pues no entendían el mensaje que el pintor quería transmitir y pretendieron imponerle que cambiara de estilo, de lo que el pintor se negó y la santa inquisición estuvo a punto de mandarlo a la hoguera, cuando interviene el sumo pontífice y lo deja en libertad alegando que es un anciano desequilibrado y además es extranjero, lo llama en alta voz y le dice hemos decidido absorberlo de toda culpa por ende valla con Dios y continúe pintando, Maestro Greco.
Entendiendo Domenico, que lo tildaron de loco tomó sus papeles y carboncillos y se internó en el sanatorio de ese lugar, dibujando y tomando las verdaderas expresiones de los atormentados de ese manicomio, logrando gran material de apuntes y bocetos, poco tiempo después muere a los 73 años edad en pobreza y soledad.
A manera de reflexión en lo personal, pienso que la vida y las vicisitudes del artista plástico con sus altos bajos está impregnada de cosas similares pues no ha variado mucho, ahora mismo en pleno siglo XXI el artista que no se torna sumiso y apegado al sistema o régimen queda relegado, execrado, ignorado y tildado de traidor, solo por el simple hecho de disentir y no profesar los mismos pensamientos de algunas personas que en su mayoría no saben mirar más allá de sus narices.
Los verdaderos artistas que viven del arte y por el arte no son sumisos por que confían en su obra tal como un padre confía en sus hijos sin tener que llegar al extremo de tornarse adulante y sumiso ante nadie, y al decir nadie me refiero a ningún ser terrenal, porque los verdaderos artistas plásticos debemos tener autoestima magnificado, y citando a mi gran amigo y maestro de la plástica, Alejandro Ríos, “Soy sencillo más no humilde”.
A.A. Pereira 2009
Esta vez me toca a mí hablar nada menos que del maestro Domenico Theotocópulus, conocido en el mundo del arte como el Greco, uno de los pintores más extraordinarios que ha producido la humanidad a finales del siglo XVI.
Nació en Creta, había estado en Venecia, donde conoció al maestro Vecellio Tiziano, de quien aprendió el colorido, luego estuvo algún tiempo en Roma y se estableció definitivamente en España, quizás con la esperanza de poder realizar alguna obra para El Escorial, que se estaba construyendo por orden del rey Felipe II, presentándole al rey varios bocetos y un cuadro titulado: San Mauricio y la legión Tebea, pero ni los bocetos ni el lienzo resultaron del agrado del rey.
Al no ser empleado por el rey, El Greco se retiró a la ciudad de Toledo, donde vivió el resto de su vida. Y donde realizó sus mejores obras.
El temperamento artístico del Greco se completó en España, la sobriedad del paisaje castellano con su ascetismo y la tradición artística española definieron su técnica original, llena de un hondo realismo, pero al mismo tiempo impregnada de un espíritu religioso y ascético sorprendente.
El Greco alarga las figuras, las adelgaza, incluso los rostros, para sembrar en ellos una exaltada espiritualidad que brota de lo más íntimo de los seres. Tanto la luz como los colores cobran en sus pinceles un fuerte sentido de efectos fascinantes, aun cuando emplea con preferencia los colores fríos como son la plata y el gris.
El maestro Greco nos dejó incontables obras de gran valor incalculable. Entre ellas destacan los retratos: El caballero de la mano al pecho, El cardenal Niño de Guevara, y las obras religiosas: San Mauricio y la Legión Tebea, El expolio, donde presenta la figura de Cristo envuelto en una túnica carmesí y donde la soberana Majestad del rostro hecho de bondad, de perdón y de amor dominando toda la escena, La trinidad, La Asunción, L a Ascensión, San Francisco de Asís entre muchas otras…
Por mucho tiempo se dice que la obra maestra del Greco sea su inmortal lienzo El entierro del conde de Orgaz que representa un milagro que la tradición aseguraba haber sucedido cuando se enterró a dicho señor.
Al morir éste San Agustín y San Esteban habían bajado a enterrarlo, por haber sido éste un gran favorecedor de la iglesia de Santo Tomé de Toledo, donde se haya el gran lienzo. En este cuadro se aprecian dos partes, a) La superior presenta un fondo de gloria: Dios, la Virgen, San Pedro y varios bienaventurados, además del cuerpo del infinito.
b) En la parte inferior aparecen San Esteban, vestido con ornamentos sagrados y sosteniendo el cuerpo del señor de Ogaz para depositarlo en la sepultura. Detrás aparece el hijo del pintor, varios caballeros con caras asombradas, un franciscano, un agustino y el párroco que encargó el cuadro.
El lienzo está todo el transito de espiritualidad, de un extraño realismo mezclado con un misticismo original. Los colores y sus expresiones constituyen un verdadero milagro de expresión pura y artística.
En lo personal yo doy fe que ésta obra monumental del maestro Greco es de gran admiración, pues a mi me tocó verla en vivo en la catedral de Toledo, España, fue tanta mi impresión que me quedé por horas observándola y admirándola hasta que quedó retratada en mi mente.
El maestro Greco casi en su ancianidad fue acusado de herejía y llevado ante la inquisición, pues el clero lo tildó sacrílego al deformar las figuras sacro santas de una forma despiadada, pues no entendían el mensaje que el pintor quería transmitir y pretendieron imponerle que cambiara de estilo, de lo que el pintor se negó y la santa inquisición estuvo a punto de mandarlo a la hoguera, cuando interviene el sumo pontífice y lo deja en libertad alegando que es un anciano desequilibrado y además es extranjero, lo llama en alta voz y le dice hemos decidido absorberlo de toda culpa por ende valla con Dios y continúe pintando, Maestro Greco.
Entendiendo Domenico, que lo tildaron de loco tomó sus papeles y carboncillos y se internó en el sanatorio de ese lugar, dibujando y tomando las verdaderas expresiones de los atormentados de ese manicomio, logrando gran material de apuntes y bocetos, poco tiempo después muere a los 73 años edad en pobreza y soledad.
A manera de reflexión en lo personal, pienso que la vida y las vicisitudes del artista plástico con sus altos bajos está impregnada de cosas similares pues no ha variado mucho, ahora mismo en pleno siglo XXI el artista que no se torna sumiso y apegado al sistema o régimen queda relegado, execrado, ignorado y tildado de traidor, solo por el simple hecho de disentir y no profesar los mismos pensamientos de algunas personas que en su mayoría no saben mirar más allá de sus narices.
Los verdaderos artistas que viven del arte y por el arte no son sumisos por que confían en su obra tal como un padre confía en sus hijos sin tener que llegar al extremo de tornarse adulante y sumiso ante nadie, y al decir nadie me refiero a ningún ser terrenal, porque los verdaderos artistas plásticos debemos tener autoestima magnificado, y citando a mi gran amigo y maestro de la plástica, Alejandro Ríos, “Soy sencillo más no humilde”.
A.A. Pereira 2009
Muy buenos e interesantes sus bibliografías comentadas, tanto de los foráneos, como de el maestro Alejandro Ríos, a quien conocí y admiré en vida y sigo admirándo por su destreza cromática. He seguido tu blogs desde el principio, y ahora me estoy atreviendo a hacer comentarios con lo que voy revisándo. Sique así por ahí es el camino, donde todos aprendemos con éstas cosas multimedias.
ResponderEliminarNelson Sarabia