La presencia paisajística en mi obra es inevitable pues toda mi vida he sido un eterno enamorado de ese tema. Esa importante masa que nos alza hasta el cielo con un impulso potente de lo absoluto de esos valles aragüeños que me impactaron y que aun continúan impactándome más allá de su verde masa.
Yo aquí puedo dejar, desatar mi libertad , mi mas intimas exigencias, ya que la formación que recibí aunque autodidacta fue muy nutrida con las visitas a los atelier de grandes maestros de la plástica regional y nacional, me dieron un sentido casi exacto de los volúmenes al aire libre y sus efectos de la luz, logrando extraer las mas hábiles interpretaciones del paisaje en vivo de ese espectáculo y testigo permanente pleno de grandeza que nos ofrece esta lontananza de Aragua, parte valle, parte montaña abollada, abarrancada, que parece temblar de tanto verdor y ondulante en el paso alternativo del sol y la nubes.
Yo eterno enamorado del Lago Los Tacarigua, sus riberas y el paisaje que lo circunda. En mis andanzas por Punta Palmita, Pan de Azúcar y Cogollal, cuando salía al encuentro de esos hermosos rincones para atraparlos en mis telas, me encontré con el pavor de ese lago herido, maltratado por el hombre, ese gran reservorio de agua dulce que clama su vigencia ancestral.
Los grandes zanjones que delataban el saqueo arqueológico, que luego llamé “fallas estructurales”. Una obra cargada de símbolos y signos, quizás queriendo buscar y plasmar mi pasado ancestral, pero sin olvidar esos cañaverales de las campiñas aragüeñas.
A mediados de los ochenta, me preocupo por las ópticas lumínicas y coloridas para con mi obra, queriendo atrapar realidades de un lenguaje plástico contemporáneo de gran validez que sincretiza y consolida mi obra plasmando una y otra vez el tema de ese símbolo llamado lago Los Tacarigua y sus habitantes, que han salido una vez mas para recordarnos que existen y que están vivos, que el correr de los siglos y la fuerza destructiva del hombre que ha venido haciendo presente su devastación lo tiene visualmente como hoy lo observamos. Frente a ello están los elementos de la composición plástica que siempre he “intentado manejar e indemnizar” con la fuerza del color y la línea pura de la dualidad paisaje y chamán, tanto tiempo investigando el tema y la forma deseo hacer del lago y sus ancestros un camino que nos lleva a parámetros universales sin pensar realizarme completamente pues para ello tengo el coraje de bordear este precipicio, sin importarme caer en el. A ese precio yo busco ser lo mas original posible en esta empresa que hoy me atañe y tratar de llegar a ver claramente el camino y atenerme a el sin desfallecer, pero eso si mi pintura – pintura busca espejos donde se refleja la veracidad estremecedora del Lago Tacarigua y sus habitantes.
Cerca de los años noventa mi pintura reflexiona y hace reminiscencia con la amistad que siempre he mantenido con el pintor Feliciano Carvallo y remembrando mi dominio en el tema paisajístico, comienzo a pintar una serie de selvas en homenaje a este gran colorista como lo es Carvallo, con esa amalgama policromática que lo caracteriza, claro esta son selvas a mi estilo, impregnadas de esas vivencias, cuitas y alegrías frente al caballete del maestro de Naiguatá.
Aun continuo trabajando este tema pues no son simples selvas, están concebidas para atrapar realidades de una validez, que la buena o la mala historia se conviertan en avatares, testigos inclementes, que solo el tiempo será el mejor jurado y mejor juez.
Yo aquí puedo dejar, desatar mi libertad , mi mas intimas exigencias, ya que la formación que recibí aunque autodidacta fue muy nutrida con las visitas a los atelier de grandes maestros de la plástica regional y nacional, me dieron un sentido casi exacto de los volúmenes al aire libre y sus efectos de la luz, logrando extraer las mas hábiles interpretaciones del paisaje en vivo de ese espectáculo y testigo permanente pleno de grandeza que nos ofrece esta lontananza de Aragua, parte valle, parte montaña abollada, abarrancada, que parece temblar de tanto verdor y ondulante en el paso alternativo del sol y la nubes.
Yo eterno enamorado del Lago Los Tacarigua, sus riberas y el paisaje que lo circunda. En mis andanzas por Punta Palmita, Pan de Azúcar y Cogollal, cuando salía al encuentro de esos hermosos rincones para atraparlos en mis telas, me encontré con el pavor de ese lago herido, maltratado por el hombre, ese gran reservorio de agua dulce que clama su vigencia ancestral.
Los grandes zanjones que delataban el saqueo arqueológico, que luego llamé “fallas estructurales”. Una obra cargada de símbolos y signos, quizás queriendo buscar y plasmar mi pasado ancestral, pero sin olvidar esos cañaverales de las campiñas aragüeñas.
A mediados de los ochenta, me preocupo por las ópticas lumínicas y coloridas para con mi obra, queriendo atrapar realidades de un lenguaje plástico contemporáneo de gran validez que sincretiza y consolida mi obra plasmando una y otra vez el tema de ese símbolo llamado lago Los Tacarigua y sus habitantes, que han salido una vez mas para recordarnos que existen y que están vivos, que el correr de los siglos y la fuerza destructiva del hombre que ha venido haciendo presente su devastación lo tiene visualmente como hoy lo observamos. Frente a ello están los elementos de la composición plástica que siempre he “intentado manejar e indemnizar” con la fuerza del color y la línea pura de la dualidad paisaje y chamán, tanto tiempo investigando el tema y la forma deseo hacer del lago y sus ancestros un camino que nos lleva a parámetros universales sin pensar realizarme completamente pues para ello tengo el coraje de bordear este precipicio, sin importarme caer en el. A ese precio yo busco ser lo mas original posible en esta empresa que hoy me atañe y tratar de llegar a ver claramente el camino y atenerme a el sin desfallecer, pero eso si mi pintura – pintura busca espejos donde se refleja la veracidad estremecedora del Lago Tacarigua y sus habitantes.
Cerca de los años noventa mi pintura reflexiona y hace reminiscencia con la amistad que siempre he mantenido con el pintor Feliciano Carvallo y remembrando mi dominio en el tema paisajístico, comienzo a pintar una serie de selvas en homenaje a este gran colorista como lo es Carvallo, con esa amalgama policromática que lo caracteriza, claro esta son selvas a mi estilo, impregnadas de esas vivencias, cuitas y alegrías frente al caballete del maestro de Naiguatá.
Aun continuo trabajando este tema pues no son simples selvas, están concebidas para atrapar realidades de una validez, que la buena o la mala historia se conviertan en avatares, testigos inclementes, que solo el tiempo será el mejor jurado y mejor juez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario